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sábado, 18 de octubre de 2008

UNA REALIDAD...


Una tarde como otra cualquiera, en la que la soledad era su fiel compañera, como casi siempre. El sol brillaba en lo más alto de aquel cielo azul, que ya de por si hacia especial aquel día; lo que no imaginaba ni en lo más profundo de su ser, era lo que el destino le deparaba.
Con paso firme y sin dudas, dirigía sus pasos hacía el camino que tantas veces le acompaño en sus momentos más solitarios, donde la naturaleza se abría sobre él, como su corazón lo hacía por ella; simplemente era un pensamiento, algo que como tantas cosas en su vida deseaba, pero su mente no evitaba imaginar en aquel camino, la figura de la mujer, que sin duda llenaba plenamente su corazón de amor y alegría.
Sus ojos buscaban sin cesar en lo más hondo, en cada recodo, en cada curva y mientras sus pasos dirigían su mente y su cuerpo hacía aquella frondosa alameda, levanto la vista, rescatando del verde del paisaje colores que no formaban parte de él, aunque tan lejos aún, que no sabía distinguir si de ella se trataba; aceleró el paso todo lo que pudo dentro de su nerviosismo, pues la curva hacía ya desaparecer la forma que a él se le antojaba fuera la de la mujer que tanto deseaba ver. Poco a poco, con la vista fijada en el fondo, pudo al fin distinguir, entre detalles de su ropa, sus formas al caminar y esa magia que solo ella tiene, a la persona que él más amaba y deseaba tener a su lado en aquellos momentos; sin mediar palabra encaminó sus pasos hacía ella, que por aquel entonces y mirando hacia atrás, también se había percatado de su presencia…, y poco a poco la distancia entre ellos se fue recortando, hasta que al fin se tuvieron uno frente al otro.
Los dos sabían que aquello era lo que deseaban hacia ya mucho tiempo y no importaba si estaba bien o mal, era otro regalo que la vida les brindaba y no estaban dispuestos a rechazarlo. Con algo de ingenuidad en sus miradas y vergüenza en sus palabras, comenzaron a caminar uno al lado del otro, sin más presencia que la naturaleza, acompañándoles en otro de esos sueños que se estaban convirtiendo en realidad.
Eligieron al azar entre la maraña de caminos, decidieron que el destino les guiara por aquellos parajes donde la belleza, aquel día se ponía de gala solo para ellos. Paso a paso, disfrutando de aromas y colores que la naturaleza disponía, llegaron a un lugar, en verdad podría haber sido otro cualquiera, en el que él, le pidió a ella que cerrara los ojos, para deleitarse con los sonidos que las aves del entorno, melodiosamente mezclaban con el movimiento de las hojas mecidas por el viento; y así lo hizo, no sin antes desconfiar a través de su mirada de las verdaderas intenciones de aquella petición, bonita y extraña a la vez. Sin duda que era la falta de experiencias como aquella, lo que hizo por un instante sembrar la duda en ella, aún así, cerró sus bellos ojos iluminados por tibios rayos de sol, que a través de las hojas se colaban, y por unos instantes, tanto él como ella disfrutaron de algo que muy pocas personas sabrían valorar en toda su inmensidad.
Con una leve sonrisa, por aquella preciada experiencia, prosiguieron camino, buscando más sensaciones que luego a solas pudieran recordar. Sin saber de dónde ni cómo, en un instante de aquel bonito paseo, él, sacó el valor necesario para ofrecerle su mano como si de algo normal se tratara, sin pensar en ningún momento que pudiera rechazarla, y ella se la entregó, a pesar de saber los dos que aquello podía no ser lo más prudente.
El tacto de sus manos juntas, fundiéndose en caricias con sus dedos, hacías que sus pensamientos les traicionaran, dejándoles ver que aquello que les estaba ocurriendo, no era otra cosa que lo que ya tenían, la seguridad de un amor y la certeza del cariño que el uno sentía por el otro.
Eran momentos que solo ellos podían describir en su interior, nadie jamás llegaría a comprender todo el sentimiento que pudieron transmitirse en tan solo unos minutos, a través de sus miradas, sus palabras, y aquellas pequeñas caricias inocentes que sus manos prodigaban sin descanso.
Apartándose un poco del camino principal, para evitar miradas indiscretas y compañía no deseada, se encaminaron por un sendero algo más frondoso que los demás, que escondería todo lo que a sus corazones les quedaba aún por expresar. Parecía mentira que todo aquello estuviera ocurriendo, el sol aparecía entre los árboles en forma de rayos, iluminando parte del camino, las flores asomaban por cada recodo, en cada árbol por el cual pasaban mientras caminaban, las mariposas expresaban su alegría y como si de un juego se tratara, revoloteaban a su alrededor sin aparentemente importarles su presencia; algo tan bello no podía ser casualidad, se deberían juntar muchos factores para que algo así ocurriera en sus vidas, y sin embargo estaba pasando. Sus manos cada vez tenían menos miedo de sus cuerpos, y rodeaban sus cinturas con ellas, dándose el calor que necesitaban para disfrutar de aquellos maravillosos instantes.
A cada momento paraban su paso para regocijarse con detalles que la naturaleza les proporcionaba, los pájaros seguían cantando, poniendo la melodía a aquella tarde, que los dos esperaban, como si de un milagro se tratara, que nunca acabara.
De vuelta ya por el mismo camino, sus voces sonaban suaves entre tanta armonía, sus deseos cada vez eran mayores, pero entendían que no podía ser, que así no lo deseaba ninguno de los dos, que si algún día ocurría algo de verdad, tendría que ser aún más sincero, bonito y libre de lo que ya estaba ocurriendo; a pesar de todo, ni ellos mismos, de vez en cuando podían evitar rodearse con sus brazos y sentir sus cuerpos pegados el uno al otro; abrazos llenos de respeto y ternura a través de sus caricias, que ni el silencio de la tarde podía deshacer.
En un momento, en que las miradas de los dos paseaban por toda aquella belleza que tenían delante, él no pudo reprimir el impulso de rodearla con sus brazos desde atrás, por la cintura; el deseo, amor y cariño podían más que el miedo al rechazo, sin embargo ella acogió con agrado y ternura aquel movimiento y de nuevo sintieron sus cuerpos a través de la ropa deseosos uno del otro, al instante y desde lo más profundo de su corazón, las manos de él apartaron con delicadeza la melena que cubría su precioso cuello, y apoyó sus labios en él, en un beso que apenas duro unos instantes, pero que hizo recorrer por todo su cuerpo una sensación que jamás antes había sentido, como si una descarga atravesara cada una de los poros de su piel, dejando en el, restos del amor que dentro de ella anidaba.
El tiempo irremediablemente se comía los minutos en el reloj, y los dos sabían que aquello debía acabar; a cada paso que daban, el instante de separarse se acercaba y por eso seguían disfrutando uno del otro, como si aquello que estaba ocurriendo esa tarde, fuera algo que jamás se volvería a repetir.
Lo último que se pudo escuchar antes de separarse, fue la voz de ella diciendo: “Ahora debemos regresar a la realidad”. Pero…, sabían ninguno de los dos cuál era la realidad?.
Los dos estaban convencidos que había valido la pena, que nunca se arrepentirían y que siempre recordarían aquella tarde de primavera, que por primera vez, les unió en un tranquilo paseo por su amor. (Javi A)

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