Una noche cualquiera

Contaba por fracasos, los éxitos que el deambular por la vida le había brindado. Acurrucaba los sueños entre sus brazos, meciendo los sentimientos en aquel rincón, donde la soledad era su fiel consejera y guía.
Tiernamente enamorado de sus palabras, se dejaba llevar por las musas y amaneció sentado en el suelo, mirando al techo, observando como la luz del alba entraba a través de las rendijas de la persiana, iluminado su corazón.
Nacieron en aquella madrugada, llena de horas vacías, expresiones y sentidos jamás antes leídos y nunca antes revelados por su alma. Despedazó su interior para buscar la palabra adecuada en cada renglón, configuró un puzle con las piezas caídas al deshojar su vida, y con la paciencia de quien se sabe rendido, colocó cada una de dichas piezas en el lugar adecuado, formando lo que en ese momento, la tenue luz dejaba vislumbrar entre sus manos.
Simplemente era un arrugado trozo de papel, manoseado durante horas, con tachones y palabras bailando entre líneas y donde la melodía de su texto susurraba, componiendo una dulce sinfonía.
Clavó su mirada fijamente en el, leyendo y repasando los detalles, provocando a su mente para que no faltara el más mínimo suspiro de amor, que antes de empezar, guardaba en su corazón.
Y así, después de unos instantes de duda y relax, con la mirada perdida en el tiempo imaginando su rostro, y la mente cansada por el sueño, se levantó del suelo dispuesto a mandar sus más bellos sentimientos, a quien su corazón había elegido, para pasar el resto de su vida junto a el...