
Si tuviera que escribir una historia de amor, escribiría una en la que el destino tuviera mucho que ver para juntar a dos personas, una de esas historias que llenan páginas de pasión y dramas, de maravillosos momentos y penurias compartidas, una historia donde el amor crecería a medida que las páginas fueran aconteciendo y nada ni nadie pudiera con él.
Escribiría de los porqués de tanto cariño, de cómo los problemas se superan si existe el amor verdadero, de como una sonrisa cura una lágrima y un te amo un dolor. Sopesaría los pros y los contras de tan bella historia, demostrando que un corazón lleno jamás se rompe ante la adversidad por muy dura que fuera.
Las palabras encadenarían los acontecimientos que se sucederían sin pausa creando un bello cuadro de colores impregnado, destacando los valores incalculables de aquellas sensaciones donde reside la semilla de lo eterno y posando en las hojas las letras adecuadas que den con la llave para abrir la puerta de los sentimientos.
Si tuviera que escribir esa historia, volcaría todo mi sentir y recalaría en los relatos que se adueñan de los días, para cubrir con garantías el dulce y a la vez amargo devenir de los hechos, pues al fin y al cabo no inventaría nada nuevo ya que en algún lugar de este planeta, alguien se sentiría identificado con ella y calaría muy hondo en su corazón.
Contaría de como el amor se apodera de las vidas entre bambalinas, dando la oportunidad al ser humanos de gozar de aquello tan anhelado, sin pensar más allá del escenario que lo que sus corazones crearon nadie será capaz de derribarlo.
Así todo, las palabras dirían de su trama, lo que los sueños claman a gritos por tener y paseando entre líneas, acogerían sin temor su esencia para modelar con su aroma una bella historia más, que entraría a formar parte de la vida de cualquiera sin pensar mi amor, que si la escribiera, sería sin duda la nuestra.