
Diez millones de huellas nos separan y sin embargo, por momentos, al cerrar los ojos a mi lado te presiento, devolviéndome miradas de ternura cargadas y sonrisas cómplices de nuestro amor, causando un dolor etéreo por la tentación de con mis manos alcanzarte y ver que por mucho que lo intente no llego a tocarte .
Cruzo el vestíbulo de esta ansiedad que me domina, con cautela en mis pasos, procurando no borrar las pisadas que en los deseos quedan marcadas y mis lágrimas se desprenden como las hojas de los árboles en otoño, rebosando este valle que son mis labios, al sentirme tan cerca de los tuyos y no poder besarlos.
Escuchando tu respiración me pierdo, entre los sueños de una vida vacía que llenas con tu sonrisa y me dejo arrastrar por la corriente de los proyectos que vuelan entre continentes, alcanzando la orilla solo cuando estas junto a mi vencida, por las palabras cálidas que se desprenden de tu amor, alcanzando de lleno a mi corazón.
Quisiera tener alas para volar y a la luna cualquier noche acompañar en su deambular, para llegar furtivo entre las sombras de la noche hasta tu ventana y revocar con ese primer beso tu condena, dándote así la libertad, esa que deseas alcanzar para correr hacia una vida nueva llena de felicidad.
Y mientras tanto sigo restando las horas que nos quedan y la angustia que marcan a mi pesar las páginas de un calendario que no parece tener final, con la única esperanza y seguridad en mi contar, que cada una de ellas que se desprende cada mañana al clarear, es un fragmento menos de dolor que me tengo que llevar, en este viaje que emprendí y hasta que no esté junto a ti no pondré final.